miércoles, 16 de noviembre de 2016

El monstruo sin nombre (Reflexiones sobre “el nombre propio” y los mandatos intergeneracionales) Parte 4/6

Te sugerimos leer la parte 1, 2  y 3 de este texto , la puedes encontrar dando click a los siguientes enlaces.


En esta cuarta entrega del  “El monstruo sin nombre (Reflexiones sobre “el nombre propio” y los mandatos intergeneracionales)” realizaremos una lectura kleniana del cuento.

La psicoanalista M. Klein menciona que dentro del desarrollo psíquico se dan dos posiciones que estructuraran la personalidad del sujeto. La posición esquizo-paranoide y la posición depresiva. Entiende por “posición” a la fase del desarrollo que configura de manera específica las relaciones objétales, ansiedades y defensas.

Estas posiciones son transitadas durante los primeros años de vida pero permanecen a lo largo de ella. Entran en juego a través de fantasías primitivas en el bebé, de hecho M. Klein considera que hay suficiente Yo al nacer como para sentir angustia de esa manera el Yo puede utilizar mecanismos de defensa y establecer relaciones objétales.

Este Yo primitivo es lábil y se halla en constante fluencia  por lo tanto su grado de integración varía. Cuando este Yo percibe una agresión o angustia,  se escinde y proyecta afuera la parte que contiene la pulsión de muerte. El bebé lo deposita en la fantasía de un pecho persecutorio; en nuestro cuento sucede algo distinto:

“El monstruo deseaba un nombre con todas sus fuerzas, así que el monstruo decidió salir de viaje en busca de un nombre.

Pero el mundo es grande, así que se dividió en dos para continuar el camino. Uno de ellos fue al Este y el otro al Oeste.

Pensemos al monstruo como un bebé en orfandad, que al ser abandonado percibe una angustia de muerte, y ante la falta de un objeto en la realidad fáctica, activa el mecanismo de escisión para librarse de esa angustia. 

De esa manera podemos ver una configuración propia de la posición esquizo-paranoide. Pensemos que el “monstruo sin nombre” no son dos , sino uno. En la escisión del inicio del cuento ha desplazado la agresión en el monstruo del Este y los elementos buenos en el monstruo del Oeste. Al irse a destinos opuestos, protege los elementos buenos de los malos.  Sin embargo la voracidad de los elementos agresivos hace que  no pueda identificarse con un nombre.

El monstruo, que tenía mucha hambre, se comió a Otto desde dentro, y volvió a ser un monstruo sin nombre.


 Esta voracidad del monstruo del Este responde a lo que M. Klein llamaría “ENVIDIA”. La envidia del monstruo es encontrarse en un mundo con nombres y que a pesar de identificarse en el herrero Otto , algo falla cuando se da cuenta que él no es Otto. De esa manera devora a Otto tratando de adquirir los elementos buenos que tiene Otto. Pero antes de devorarlo desarrolla una serie de defensas propias de la posición depresiva:

El control. Es una defensa maniaca a controlar al objeto, es una manera de negar la propia dependencia de él,  pero al mismo tiempo una manera de obligarlo a satisfacer una necesidad de dependencia.

El monstruo está dentro de Otto y lo controla desde ahí, pero a la vez necesita a Otto para tener un nombre.

“-Si me das tu nombre, a cambio, me introduciré en ti y te haré más fuerte.

El triunfo. Es la negación de sentimientos depresivos ligados a la valoración e importancia afectiva otorgada al objeto; se vincula con la omnipotencia.

“¡Miradme! ¡Miradme!-gritaba Otto.¡ Mirad que grande se ha hecho el monstruo en mi interior!”

El desprecio. Despreciar al objeto es también negar directamente cuanto se valora.  Un objeto despreciable no se merece que uno sienta culpa por él, y el desprecio hacia semejante objeto se convierte en justificación para seguir atacándolo.

“El niño se comió a sus sirvientes y a su padre, a todos.”

La presencia de la envidia nos permite pensar un cambio entre la angustia de muerte por la orfandad a la presencia de otros que despiertan la envidia. De esa manera el monstruo, al igual que el sujeto envidioso, tiene buscar un objeto para idealizarlo. Esto nos recuerda al comportamiento de ciertos sujetos neuróticos que se sienten atraídos por ciertas personalidades llegando a idealizarlos para después despreciarlos.

Para el caso del cuento, este objeto idealizado es “el niño príncipe enfermo”. Como podemos ver,  la idealización esta en colocarlo como príncipe, pero la envidia los desvaloriza al categorizarlo como enfermo.

“Si logras que me recupere y me haces más fuerte, te daré mi nombre” pidió el jovencito.
El monstruo se introdujo en el niño. El niño se recuperó totalmente. El Rey estaba muy contento.”

M. Klein mencionaba que la envidia es primaria y por lo tanto parte inseparable del desarrollo. La gratificación que produce el pecho estimula admiración , amor y gratitud , a la vez que envidia , en un desarrollo saludable se espera que la gratitud supere la envidia, de lo contrario la envidia se convierte en un obstáculo que ocasionara angustias.

En ese sentido y particularmente en este cuento pensamos que la envidia logra defender de una angustia de aniquilación, pero a su vez desarrolla otro tipo de angustias como de quedar vacío.

La envidia del sujeto lo aparta de lo demás, pues no tolera su dependencia al objeto y la bondad de él. Condenándolo a una búsqueda insaciable del objeto pero a la vez a su deseo de destrucción. El monstruo no tolera la felicidad del monstruo del Oeste y lo devora, quedándose, al fin , con un nombre, pero sin nadie para nombrarlo.

“-No necesitas un nombre, puedes ser feliz sin uno. Somos monstruos sin nombre al fin y al cabo.

El niño se comió al monstruo que había ido al Oeste. Aunque por fin había conseguido un nombre, no quedaba nadie que lo pudiera llamar por él, aun siendo Johan un nombre tan bonito.”