jueves, 19 de enero de 2017

Kierkegaard , el amor y el matrimonio.





Tres, son las esferas  (o estadios) existenciales que nos propone Kierkegaard para entender las etapas de la vida. La estética, la ética y la religiosa. El seductor, el hombre casado y el caballero de la fe, son algunas figuras que representan a cada una de ellas.[1]


El seductor (o esteta) ; vive el instante, incluso se puede decir que solo existe en el instante del goce. Por esa razón aprecia lo primero:


 “El periodo más bello del enamoramiento es el primero, porque de cada cita y de cada mirada uno siempre se lleva a casa algo nuevo que hace saltar de gozo” (Tesis 25 de  Diapsálmata)


Incluso va más allá afirmando que no se trata de un primer amor, sino que el amor es lo primero  y es, en el instante (el cual se caracteriza por ser el encuentro del tiempo y la eternidad) donde el amor se hace presente dejando un cuño de eternidad que perecerá si no se entra en otro estadio existencial, pero al seductor no le preocupa eso, ya que sabe dónde hallarlo,  a saber, en el azar y en el encuentro (primero) con La mujer.

El seductor, ama el azar, juega a ser el destino, existe en el instante y busca el acontecer. Su amor es inmediato.  Incluso puede que jamás le hable a su presa, pero aprecia la evocación que le produce. Construye la belleza en lo inmediato.  Podemos decir que la belleza y la seducción son los movimientos de esta esfera.

El ético, renuncia a lo inmediato pues busca lo eterno y en su camino encuentra la exigencia de lo social. La esfera ética puede ser considerada como una esfera de tránsito hacia lo religioso. “lo estético es existente, el eticista lucha contra lo estético  que él, sin embargo, supera con facilidad, no con las seductoras dotes del espíritu, sino con pasión ética y pathos, y en pos de lo religioso”. El ético busca el bien común y el camino a Dios.  Por ello el matrimonio es para él,  el  encuentro de lo estético del amor con la  divinidad religiosa.  
Lo religioso es el hombre de fe, que no duda y sigue el camino hacia Dios, el ejemplo para entender esta esfera es el pasaje bíblico respecto al sacrificio que tiene que hacer Abraham.
Dios le pide a Abraham que mate a su hijo y ante ese dilema existencial, podemos pensar ¿qué  es lo que haría cada uno de los representantes de las esferas existenciales? el esteta sólo lo haría si eso le ocasiona un placer, es decir el esteta asesinaría. El eticista no lo realizaría a menos que fuera en aras del bien común. Y el hombre religioso (Abraham) a pesar de no entender el mandato, lo realizaría como un acto de Fe, Abraham no asesinaría a su hijo, lo sacrificaría. 

Entendiendo así las esferas existenciales, el asunto del matrimonio viene a significar un salto de fe hacia la esfera ética. Pero esto no significa que toda persona casada haya dado ese salto. Pues la entrada al matrimonio –según el filósofo de Copenhague -  puede ser por melancolía o desesperación.

En la validez estética del matrimonio, Kierkegaard nos habla de un amor romántico que logra su realización en otra etapa que es, el matrimonio. Ahí nos  habla de la decadencia del amor a un estado melancólico  basado en los sentidos o en un amor lleno de reflexión al cual le dio el nombre de “matrimonio de la razón”.

En el primer caso existen dos tipos de melancolías. La melancolía egoísta se caracteriza por  un pensamiento similar a  este: 


“En qué puede confiarse, todo está sujeto a cambio, quizás este mismo ser que ahora me es casi adorable también se cambie un día; quizás ulteriores destinos me pongan una vez en relación con otro ser que encarne realmente el ideal con el que he estado soñando toda mi vida” 


Por otra parte- nos dice el filósofo – existe la melancolía altruista: 

“¿Quién puede estar seguro de no mudarse? Quizás algún día se desvanecerá esta que ahora considero como mi bondad; quizá lo que hoy de mi parte encadena a la amada- y lo que solamente por ella deseo conservar- se me desgaje y entonces ella quedará defraudada, engañada; quizá se le ofrezca un partido brillante, y con ello la tentación, la tentación en que probablemente sucumbirá; ¡oh Señor!, esto iba a pesar sobre mi consciencia ; no tengo nada que reprocharle, le perdono todo, sólo aspiro a que ella me perdone que yo cometiera tanta imprudencia al permitirle que diera un paso  tan decisivo hacia mí. Sé muy bien que lejos de engatusarla con palabras bonitas procuré más bien , advertirla en contra , haciendo hincapié en que se trataba de su libérrima decisión, pero quizá fue esta advertencia precisamente la que la tentó , la que hizo que me viera mejor de lo que yo era, etcétera , etcétera”

Es interesante esta categorización si consideramos que para el filósofo, la melancolía es el estado de vida de un hombre en donde la inmediatez ha madurado y el espíritu reclama una forma superior en la que habrá de captarse a sí mismo como espíritu. Sin embargo esta elevación del espíritu no logra realizarse. Entonces, algunos llegan al matrimonio por la melancolía, pero el matrimonio en sí, no logra la elevación del espíritu, al contrario, la elevación del espíritu lleva al matrimonio. 

En el segundo caso, está el matrimonio de la razón o “matrimonio por conveniencia” (como prefiere nombrarlo el filósofo para no abusar del lenguaje).  Este es  el caso donde existen muchos “porque” para casarse, sin embargo el exceso de la razón estetiliza el germen de eternidad del primer amor. Algunos de los porque son: Para formar carácter, para tener hijos, para formar un hogar. Este matrimonio es producto de la desesperación.

Sin embargo el matrimonio “jamás le pertenece otra cosa fuera de su peculiar “porqué”, mas este es infinito y consiguientemente en el sentido aquí tomado no es ningún “porque”. El matrimonio es su propia teleología. 

Para lograr que el Primer amor (estética) permanezca en la institución matrimonial (ética) es necesario integrar a Dios (religión). 

“Escucha y admira esta concordia armoniosa de las diferentes esferas. Es la misma cosa, pero expresada estética, religiosa y éticamente.”

Pero este camino no es fácil, por eso no cualquiera puede llegar, es necesario experimentar la angustia para poder dar ese salto de fe, ya que para Kierkegaard la angustia es el vértigo de la libertad, es la realidad de la libertad en cuanto a posibilidad frente a la posibilidad, es el instante en la vida del individuo, incluso la angustia puede ser en el cuerpo. 

Pues el hombre de la inmediatez no sufre, no se angustia porque no tiene espíritu. El hombre que experimenta el abismo de su existencia, es el hombre que se angustia.

De esta manera concluimos este texto pensando que la mayoría de las novelas terminan en una boda, quizá ahí debería comenzar la historia.



[1] Darío Gonzales nos comenta que el humor y la ironía podrían situarse en los confines de las dos primeras quedando las siguientes  formas de existencia: el esteta, el ironista, el eticista, el humorista y el religioso.