sábado, 6 de junio de 2015

Primavera Negra, Henry Miller


Recuerdo la primera vez que leí a Henry Miller: siendo un lector aún menos experimentado que ahora, el ritmo de su prosa me pareció desconcertante. Cuando leí Trópico de Cáncer (1934), me pareció un libro sumamente difícil, me llevó más de un año concluirlo: quería encontrarle alguna lógica, alguna secuencia, algo de dónde agarrarme. Había algo en aquellos inmensos párrafos que no tenían pies ni cabeza, que iban de la narración de un supuesto presente a un recuerdo remoto y volvían luego a una escena de las hojas de un árbol acariciando las aguas del Sena, o una vulva que reía, o un montón de hambre y piojos. No había introducción en aquel ejemplar, la primer página era el escupitajo que Miller enuncia en contra del Arte, Dios y la Belleza. Con el tiempo y un bagaje un poquito mayor, logré entender que allí no había nada que pensar, sino que el autor me llevaba por un torrente en el que me tenía que sumergir y que allí quizás encontraría algo, no ya del autor, sino de mí mismo.

Creo que las novelas de Henry Miller son de aquellas que nos hacen sentir un poco mejor frente a lo terrible que a veces nos presenta la realidad: allí encontré un alivio a muchas de mis inquietudes, pues, aunque mucha gente vacila entre el repudio y la admiración al estadounidense de alma francesa por su cariz erótico, hay también un toque místico en sus trabajos, una suerte de trabajo espiritual que se hace cuando uno logra idenfiticarse con los sueños, los placeres, las imágenes y el ritmo de la prosa milleriana.

Después de dicha novela, que versa sobre sus años en París, y pasado un tiempo, me sumergí en Trópico de Capricornio (1939), en donde Miller narra sus años en Brooklyn. Siempre las metáforas vaginales de Miller: el tranvía ovárico, los ovarios putrefactos de la esposa de uno de sus amigos en la Western Union (la Compañía Cosmodemónica), el olor del cuerpo de una mujer de color profundamente perturbada. Termina este Trópico con el encuentro con una misteriosa bailarina que a su vez dará paso al principio de Sexus (1949), libro que forma parte de la trilogía "The Rosy Crucifixion" (junto con Nexus y Plexus).

Mucho tiempo estuve buscando este libro, Primavera Negra (1936), y jamás tuve éxito en encontrarlo en físico. Con mucha alegría un día me encontré con este "ejemplar" en una base de datos de libros digitalizados, así que ahora lo comparto con ustedes. Aquí hay un vaivén de recuerdos infantiles, de la vida del autor en Estados Unidos y sus peripecias en París. Siguiendo con la línea de sus imágenes uterinas, recomiendo prestar especial atención  a la exquisita descripción de la caótica matriz dostoyevskiana en el primer capítulo. ¡Que lo disfruten!


(Enlace al pdf dando clic en la imagen)

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