Es constante caer en el error de afirmar que el pensamiento es exclusivo de occidente, o bien de colocar a occidente como la máxima del pensamiento frente a otras formas de pensar. En otras ocasiones no habrá afirmación alguna al respecto, al menos no de manera explícita, y simplemente se construirá el conocimiento sobre la base de una suposición desconocida en otra forma de anular lo diferente bajo el signo de cierto paganismo. La forma en que se reflexiona en torno al mundo y al ser humano, sin embargo, ha aparecido en todas las culturas: en donde hay cultura, hay pensamiento reflexivo.
El entrecruce que se posibilita con la apertura a otras formas en que el ser humano responde a las preguntas sobre lo que nos rodea, nos abre nuevas vetas para seguir preguntando y, ¿por qué no?, para alumbrar esas oscuridades del saber: como dos zonas iluminadas divididas por la sombra, algunos saberes, aún desplegados sobre la misma superficie, mantienen sus relaciones fuera de la vista.
Si bien los temas de este breve texto exigen un tratamiento de mucho mayor profundidad que el que se presta para un blog, pondré las fichas sobre una suerte de provocación: una invitación a entramar el conocimiento desde distintas perspectivas para enriquecer la visión que tenemos del acontecer del sujeto, esperando que el resultado de la apuesta sea un germen que pueda desenvolverse en el pensamiento de quien, por algo más que casualidad, se arroja sobre este charco de letras. En el peor de los casos se trata de un entretenido ejercicio para la imaginación.
El Otro en psicoanálisis es el lugar, el lugar del lenguaje. Un sujeto no emerge si no se inscribe en el campo del Otro, si no es castrado, arrancado del lugar de goce, de la cosa en sí para nombrarla. El Otro no es otro, el otro yo, los demás, sino el lenguaje mismo y tendrá (valga aquí comenzar con los entrecruzamientos) distintos avatares. De tal modo, si el Otro es el lenguaje y el sujeto es sujeto en tanto sujeto del lenguaje, tenemos que el lenguaje precede y es condición para el sujeto. ¿Pero cómo se asocia con la maya?
Maya es una palabra empleada en el hinduismo para designar el artificio, el entramado de la existencia, el despliegue de formas (en la díada sustancia-forma). Para el hinduismo, y en particular para el culto a Vishnú, la maya es la ilusión de la existencia. El término también se asocia con el artificio en el discurso político, y con el engaño en tanto truco u obra de brujería (en donde, inevitablemente, surge en nuestra mente cierto parentesco con la palabra "magia"). En este sentido, todo lo que existe, natural y sobrenatural, es emanación de la Sustancia Divina.
Podemos comenzar a agrupar estos elementos en una suerte de «complejos» a los que llamaré, siguiendo la orientación que nos provee Jung, «arquetipos». Es necesario, sin embargo, tener bien claro de qué se trata un complejo. Si bien es un término recurrente en el psicoanálisis freudiano, no olvidemos el origen del término, inicialmente acuñado por Jung: al medir los tiempos de respuesta de sus pacientes ante palabras-estímulo, el psiquiatra suizo halló que ante determinadas palabras el tiempo de respuesta era mayor; estas palabras se asociaban con determinadas experiencias afectivas del sujeto y estas formas de organización son los complejos. En la obra temprana de Freud, el centro de estas agrupaciones fue llamado «nódulo patógeno». Así, si el complejo es una forma de organización de determinados elementos en torno a un centro afectivo en el sujeto, el arquetipo es una forma de organización de determinados elementos semánticamente relacionados de origen arcáico. De ahí que me permita plantear esta relación semántica entre un término de origen lacaniano y una palabra de origen hindú. Una vez salvada esta tortuosa justificación conceptual, volvamos sobre la cuestión de la maya y el Otro.
Escribí más arriba que el Otro tiene sus avatares. En el hinduísmo un avatar es la encarnación terrestre de una energía divina y entre sus representantes más famosos se encuentran Krishna o el jabalí Varaja. Pensar, pues, en una avatarización del Otro, es pensar en su encarnación en personajes dentro de la vida del sujeto. Siguiendo con este juego de términos podemos entender que entre los avatares más famosos del Otro en la vida del sujeto se encuentran la madre y el/la analista. ¿Cómo nos sería posible asociar al Otro con la maya en este sentido? Bien, hagamos un modesto intento de análisis estructural.
La madre es aquella que permite la inscripción del sujeto en el campo del Otro y permite la entrada del significante primordial que lo inaugura como sujeto del lenguaje: El Nombre-del-padre. ¿Cómo se relaciona esto con la maya? La maya tiene una doble significación: es tanto el tejido de la existencia, la ilusión del mundo, como el poder creador de este tejido. En ese aspecto es conocida como Maya-Shakti. La Shakti, como representación del poder creador de la energía divina, suele ser representada como la consorte del aspecto masculino del dios. Cumple con una función maternal de protección y aceptación de la naturaleza cambiante de la vida, una visión bella de esta realidad.
Reforcemos este aspecto. En el mito del desfile de las hormigas, Indra, el rey de los dioses, se celebra en exceso por su victoria en la liberación de las aguas del mundo. Tras ser visitado por Shiva y Vishnú, provenientes de esferas más altas, quienes le muestran que no es muy distinto de una hormiga entre miles (vale decir tras serle revelada su falta, tras ser castrado), se decide por la vida ascética. Su consorte recurre entonces a Bhraspati, el dios de la sabiduría, para que le convenza de aceptar su vida como rey de los dioses.
Añadamos un aspecto más: la Devi-Maya-Shakti. Para que el sujeto se haga sujeto, es necesario que la madre permita la inscripción del sujeto en el Otro a través del significante del Nombre-del-padre que inaugura el lenguaje. La Devi es la Diosa, la feminización de la palabra Deva, que es el Dios. Recurramos al tercer culto (ya mencionamos el culto a Vishnú y a la Gran Diosa), el del dios Shiva. Como herramienta didáctica, emplearemos la escritura en sánscrito de la palabra Shiva [शिव]. Para que el Absoluto, Shiva, se manifieste en la existencia, valga decir para que el sujeto se inscriba en el Otro, el Dios necesita un poder creador, la manifestación de la maya. Para que esto sea posible Shiva necesita de la Maya-Shakti, de la Gran Diosa, la Diosa Madre. Sin este aspecto, el Dios es un cuerpo entendido como corpse, como cadáver, cuya palabra en sánscrito es shava [शव], de tal modo que el signo que modifica la sílaba sha (श, masculina) a shi (शि, femenina) es ि. Nótese que el círculo vacío en el modificador indica que a su vez requiere algo que modificar, el signo sin modificador deja un vacío. Si bien decía Lacan que el psicoanálisis perdería sentido en el momento en el que dejara de ser divertido, entonces ¿por qué no nos divertimos pensando que ese círculo vacío no es otra cosa que el objeto a, el vacío del Otro... el vacío de Dios?
Ahora bien, el otro avatar del Otro que señalé con anterioridad es el analista, a quien se dirigen las preguntas sobre la mujer, sobre el padre, y sobre Dios. Desde luego que el analista está muy lejos de ser Dios y será su falta, como la falta de la madre, la que colocará al sujeto en un enfrentamiento con su angustia, es decir, en posición de dar forma a la relación que mantiene con su falta, de asumir su deseo y, ¿por qué no?, su vida.
Hasta aquí lo que me permite esta reflexión, este navegar entre las sombras para esbozar algunos hilajes entre distintos tejidos del saber. Diré, pues, tomando esto como un intento de provocación, que pensar al Otro y a la maya como disntintas formas asociadas arquetípicamente nos ilumina otros tramos que bien pueden articular los saberes de desarrollos teóricos que quedaron divorciados hace ya mucho tiempo. Queda en lectores y lectrices la posibilidad de engrandecer la urdimbre o dejar de lado este trozo de tela y tejer su particular manera de hacer frente al psicoanálisis, que mantiene su vigencia por las preguntas que constantemente se le dirigen y su capacidad para enlazarse con diversos campos.