“A veces la
fiesta se convierte en Misa Negra” Octavio Paz. El laberinto de la soledad.
El presente texto fue
inspirado por la pregunta formulada en la mirada de Kevin. Mirada a la
expectativa, en espera, mirada muda, muerta, detenida en un silencio siniestro.
¿Pero que espera esa mirada? Digámoslo desde ahora corriendo el riesgo de no
ser claros. Lo que espera es un deseo, un deseo que lo capturo, que no le
pertenece, es de otro, de su madre, un deseo de violencia y de muerte. Kevin fue llamado por la
violencia sagrada. Si cristo murió para el perdón de nuestros pecados, Kevin
fue concebido para cumplirlos. Dicho lo anterior quizá no sea tan muda la
mirada, quizá si dice algo: ¿Es esto… es esto lo que quieres mamá?
Pero
vayamos más despacio para justificar lo dicho. Siempre he pensado que la
primera escena debe estar realizada por imágenes sobreterminadas, es decir, en los primeros 10 segundos de la película se
debe decir casi todo, o al menos lo que puede ser dicho. Por supuesto que al igual que en el sueño esto sucede de manera
encriptada. Y la primera escena es una ventana acompañada
por unos gritos de una mujer. Al
principio los gritos parecen producto de una violencia, después se escuchan
gemidos (muy parecidos a los del placer) y por ultimo un grito de muerte y de
vida, un grito de parto. Desde aquí se
anuncia la primera paradoja, la sexualidad y la muerte van juntas, no como
opuestos sino en comunión. Podría parecer una contradicción si pensamos a la
sexualidad como orientada hacia la creación y la muerte hacia la destrucción.
Pero no hay contradicción, hay paradoja. La sexualidad y la muerte se dirigen
hacia un mismo punto, o mejor dicho
hacia una misma nada, la continuidad del
ser.
George
Bataille (1997) nos describe mejor este
movimiento del espíritu, cuando nos menciona que el erotismo es la aprobación
de la vida hasta en la muerte. Bataille nos dice que somos seres discontinuos
en busca de la continuidad del ser, un sentimiento oceánico dirá Freud, donde
el yo y el otro se disuelven y no existen ni uno ni otro, a esa búsqueda, a
esos movimientos, es lo que Bataille llama erotismo. Siempre y cuando no se
ceda a esa entrega total también llamada
muerte. El sujeto se detiene, duda, titubea, balbucea y regresa a la
discontinuidad. Este filósofo francés menciona tres tipos de erotismos el
erotismo de los corazones, de los cuerpos y
el sagrado. Algo particular de este erotismo es que conlleva una carga
de violencia, destrucción necesaria para romper las barreras del yo y
entregarse a una experiencia mística.
En
el laberinto de la soledad Octavio paz nos dice (retomando a sociólogos
franceses) que en la fiesta se levantan las prohibiciones y la masa se entrega
a un desperdicio de producción que va en contra de todas la leyes de
convivencia. Y nosotros siguiendo a Bataille podemos decir que en la fiesta se
llega también a ese erotismo, a esa fusión de los cuerpos a ese exceso violento
que nos hace experimentar la continuidad. Algunas culturas practicaban el
sacrificio como experiencia mística, pues en el sacrificio también se encuentra
esa continuidad del ser. Bataille nos dice al respecto “En el sacrificio no
solo hay desnudamiento, sino que además se da muerte a la víctima (y, si el objeto
del sacrificio, no es un ser vivo, de alguna manera se lo destruye). La victima
muere, y entonces los asistentes participan de un elemento que esa muerte les
revela .Este elemento podemos llamarlo, con los historiadores de las
religiones, lo sagrado” (Bataille, 1997)
Entonces
tanto la puta como la santa pueden llegar a esa experiencia de exceso de
violencia sagrada, una por la vía de la voluptuosidad carnal y otra por el rito,
por la religión al sentirse invadida, destruida por un Ser divino. Basta ver la
escultura de Bernini “La transverberación de santa Teresa” para ver esa
expresión de goce celestial. Y en la
película que estamos comentando lo vemos en la cara de la madre de Kevin ,
cuando se encuentra en la fiesta de la tomantina; Vemos su rostro que ha
quedado inundado de una experiencia mística,
rodeada de cuerpos semidesnudos que danzan , nudos de carne amorfa en constante movimiento, llenos de tomate ,
de rojo , de violencia. Todo da un aspecto de orgia y asesinato. Y ella, se
entrega a la destrucción y cómo Cristo baja de la cruz ensangrentada, mientras manos
sin cuerpos la sostienen aunque parece innecesario pues su presencia se ha
vuelto etérea. Y en medio de la fiesta, de la destrucción, ecos del futuro
anuncian la segunda destrucción, solo que esta vez no es simbólica. Es la
violencia encargada en el hijo de esa mujer que ha se ha disuelto en la
continuidad del ser, esta segunda destrucción repito no es simbólica es llevada
al acto.
Kevin
advierte que es llamado por y para esa violencia ¿Es esto lo quieres mamá?
¿Quieres que exprese esa violencia, tu violencia que te aterra, que te asusta
pues tienes miedo a entregarte totalmente a ella? Mírame mamá yo soy tu
violencia. Siento esa violencia desde que fui concebido, nunca la calmaste
cuando era bebé, esta violencia me está devorando, me come por dentro, pides de
mi destrucción, pides de mi muerte.
Kevin
es agredido por su madre de manera implícita, poniéndolo frente a ruidos
estruendosos, diciéndole lo infeliz que la hace, y cuando muestra esa agresión
sin la máscara de madre buena y lo avienta le rompe el brazo. Kevin no la acusa al
contrario la defiende en parte para tomar poder pero también porque sabe que ha
cumplido con el deseo de la madre, expresar esa violencia. Años después Kevin
le dice: “fue el único gesto sincero que tuviste”.
La
película se cierra, como un circulo , empieza con la madre-cristo que es objeto
de toda la destrucción para terminar con Kevin anti-cristo sujeto de la
violencia. Del masoquismo al Sadismo. El rojo hace presencia en toda la
película, como trazo, huella mnémica, eco de la violencia sagrada que capturo a
Kevin.
Bibliografía:
George
Bataille (1997) El erotismo. Tusquets. México.
Octavio
Paz. (2000) El laberinto de la Soledad. FCE. México.