Te sugerimos leer la parte 1, 2 y 3 de este texto , la puedes encontrar dando click a los siguientes enlaces.
En esta cuarta entrega
del “El monstruo sin nombre (Reflexiones
sobre “el nombre propio” y los mandatos intergeneracionales)” realizaremos una
lectura kleniana del cuento.
La psicoanalista M. Klein menciona
que dentro del desarrollo psíquico se dan dos posiciones que estructuraran la
personalidad del sujeto. La posición esquizo-paranoide y la posición depresiva.
Entiende por “posición” a la fase del desarrollo que configura de manera
específica las relaciones objétales, ansiedades y defensas.
Estas posiciones son
transitadas durante los primeros años de vida pero permanecen a lo largo de
ella. Entran en juego a través de fantasías primitivas en el bebé, de hecho M.
Klein considera que hay suficiente Yo al nacer como para sentir angustia de esa
manera el Yo puede utilizar mecanismos de defensa y establecer relaciones
objétales.
Este Yo primitivo es lábil
y se halla en constante fluencia por lo
tanto su grado de integración varía. Cuando este Yo percibe una agresión o
angustia, se escinde y proyecta afuera
la parte que contiene la pulsión de muerte. El bebé lo deposita en la fantasía
de un pecho persecutorio; en nuestro cuento sucede algo distinto:
“El monstruo deseaba un nombre con todas sus fuerzas, así que el monstruo decidió salir de viaje en busca de un nombre.
Pero el mundo es grande, así que se
dividió en dos para continuar el camino. Uno de ellos fue al Este y el otro al
Oeste.”
Pensemos al monstruo como un bebé en
orfandad, que al ser abandonado percibe una angustia de muerte, y ante la falta
de un objeto en la realidad fáctica, activa el mecanismo de escisión para
librarse de esa angustia.
De esa manera podemos ver una
configuración propia de la posición esquizo-paranoide. Pensemos que el
“monstruo sin nombre” no son dos , sino uno. En la escisión del inicio del
cuento ha desplazado la agresión en el monstruo del Este y los elementos buenos
en el monstruo del Oeste. Al irse a destinos opuestos, protege los elementos
buenos de los malos. Sin embargo la
voracidad de los elementos agresivos hace que
no pueda identificarse con un nombre.
El monstruo, que tenía mucha hambre,
se comió a Otto desde dentro, y volvió a ser un monstruo sin nombre.
Esta voracidad del monstruo del Este responde
a lo que M. Klein llamaría “ENVIDIA”. La envidia del monstruo es encontrarse en
un mundo con nombres y que a pesar de identificarse en el herrero Otto , algo
falla cuando se da cuenta que él no es Otto. De esa manera devora a Otto
tratando de adquirir los elementos buenos que tiene Otto. Pero antes de
devorarlo desarrolla una serie de defensas propias de la posición depresiva:
El control. Es una defensa
maniaca a controlar al objeto, es una manera de negar la propia dependencia de
él, pero al mismo tiempo una manera de
obligarlo a satisfacer una necesidad de dependencia.
El monstruo está dentro de
Otto y lo controla desde ahí, pero a la vez necesita a Otto para tener un
nombre.
“-Si me das tu
nombre, a cambio, me introduciré en ti y te haré más fuerte.”
El triunfo. Es la negación
de sentimientos depresivos ligados a la valoración e importancia afectiva
otorgada al objeto; se vincula con la omnipotencia.
“¡Miradme! ¡Miradme!-gritaba Otto.¡ Mirad que grande se ha hecho el
monstruo en mi interior!”
El desprecio. Despreciar al
objeto es también negar directamente cuanto se valora. Un objeto despreciable no se merece que uno
sienta culpa por él, y el desprecio hacia semejante objeto se convierte en
justificación para seguir atacándolo.
“El niño se comió a sus sirvientes y a su padre, a todos.”
La presencia de la envidia
nos permite pensar un cambio entre la angustia de muerte por la orfandad a la
presencia de otros que despiertan la envidia. De esa manera el monstruo, al
igual que el sujeto envidioso, tiene buscar un objeto para idealizarlo. Esto
nos recuerda al comportamiento de ciertos sujetos neuróticos que se sienten
atraídos por ciertas personalidades llegando a idealizarlos para después
despreciarlos.
Para el caso del cuento,
este objeto idealizado es “el niño príncipe enfermo”. Como podemos ver, la idealización esta en colocarlo como
príncipe, pero la envidia los desvaloriza al categorizarlo como enfermo.
“Si logras que me
recupere y me haces más fuerte, te daré mi nombre” pidió el jovencito.
El monstruo se
introdujo en el niño. El niño se recuperó totalmente. El Rey estaba muy
contento.”
M. Klein mencionaba que la
envidia es primaria y por lo tanto parte inseparable del desarrollo. La
gratificación que produce el pecho estimula admiración , amor y gratitud , a la
vez que envidia , en un desarrollo saludable se espera que la gratitud supere
la envidia, de lo contrario la envidia se convierte en un obstáculo que
ocasionara angustias.
En ese sentido y
particularmente en este cuento pensamos que la envidia logra defender de una
angustia de aniquilación, pero a su vez desarrolla otro tipo de angustias como de
quedar vacío.
La envidia del sujeto lo
aparta de lo demás, pues no tolera su dependencia al objeto y la bondad de él. Condenándolo
a una búsqueda insaciable del objeto pero a la vez a su deseo de destrucción. El
monstruo no tolera la felicidad del monstruo del Oeste y lo devora, quedándose,
al fin , con un nombre, pero sin nadie para nombrarlo.
“-No necesitas un nombre, puedes ser
feliz sin uno. Somos monstruos sin nombre al fin y al cabo.
El niño se comió al monstruo que había
ido al Oeste. Aunque por fin había conseguido un nombre, no quedaba nadie que
lo pudiera llamar por él, aun siendo Johan un nombre tan bonito.”